viernes, 11 de septiembre de 2009

11 de Septiembre de 1973 - Golpe de Estado en Chile


Corría 1973. El presidente electo de Chile, Salvador Allende, se encontraba en el Palacio presidencial rodeado por fuerzas militares que le instaban a rendirse y a desalojar el lugar. A cargo del Golpe de Estado estaba el general Augusto Pinochet, en quien había depositado meses atrás su confianza el presidente ahora asediado.



Augusto Pinochet y Salvador Allende

Allende, rodeado únicamente por sus más cercanos colaboradores, se opuso a aceptar la rendición. Aviones y tanques militares comenzaron entonces el ataque, apenas respondido por algunos francotiradores leales al presidente que permanecían apostados en los edificios colindantes. En un gesto histórico y cargado de valor, Allende dio un último discurso, difundido por radio, que terminaba con un grito de esperanza al pueblo chileno: “Más temprano que tarde se abrirán las grandes alamedas por donde pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor”.
Seguidamente y forzado por la situación, Allende rindió el país ante los militares golpistas, dirigiéndose después hasta una habitación del palacio presidencial. Allí se suicidaría con el fúsil AK-47 que le había regalado Fidel Castro, muriendo también con él la democracia en Chile.
Los militares habían acabado con la esperanza de un pueblo, y daban paso a un período de terror y represión que duraría diecisiete años.
El general Pinochet, reconocido seguidor de Franco, perseguiría, torturaría y mataría a miles de opositores y simpatizantes socialistas, comunistas, anarquistas, intelectuales y poetas. El cantautor Victor Jara sería asesinado el 16 de septiembre de 1973.
El golpe de Estado fue orquestado por los servicios de inteligencia de Estados Unidos, quienes además financiaban a los grupos terroristas de extrema derecha. Con posterioridad al golpe, y aprovechando la dictadura, se encargaría a economistas estadounidenses, y partidarios de un capitalismo feroz, desarrollar las políticas económicas del país. El liberal V. Hayek estaba contento, y en una revista chilena ocho años después reconocería que la dictadura “puede ser necesaria para un periodo de transición. A veces es necesario para una nación alguna forma de poder dictatorial” (El Mercurio de Chile (Abril 12, 1981)).
Recordemos esta historia, si es posible con rabia, cuando este 11 de septiembre se rememoren únicamente otro tipo de acontecimientos. Vemos, impotentes, cómo la reacción acabó con una experiencia anticapitalista latinoamericana surgida del sistema democrático que prometía alternativas de poder popular.

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